<H1>LA COMUNICACIÓN</H1>

LA COMUNICACIÓN

   Es de vital importancia la forma en la que el entrenador se expresa y se comunica con su equipo. Y cuando decimos equipo, nos referimos desde lo más obvio (los jugadores), hasta los entrenadores ayudantes, la directiva (en caso de equipos profesionales), etc.

   Debemos ser claros, concretos y concisos. No abrumarlos con demasiada información: es mejor ir poco a poco, que vayan asimilando cada idea que les planteamos. No debemos atosigarlos, sobre todo en edades formativas, con demasiados conceptos de los cuales no tengan ninguno claro.

   Si los jugadores no entienden el lenguaje, "el argot", del baloncesto (los términos, las expresiones, la simbología que utilizamos en la pizarra), difícilmente podrán entender todo lo que les queremos comunicar. Por lo tanto, tenemos que asegurarnos de que conozcan este lenguaje y lo entiendan. Si no es así, difícilmente podrán entendernos por muy bien que nos comuniquemos y mucha atención que nos presten.

   Tenemos que saber cómo y cuándo comunicar. Hay que ser positivos, no desmorizarlos; tenerlos en tensión, pero no tensos. Saber motivarles para sacar el máximo rendimiento de ellos tanto en entrenamientos como en partidos.

   También es muy importante elegir el momento adecuado para comunicarnos con ellos. Debemos hacerlo cuando los jugadores realmente estén receptivos. Por eso no somos partidarios de hablar al final de los partidos, cuando los jugadores están cansados, algunos enfadados por la derrota o por haber jugado poco tiempo, y con algunos padres esperando para llevarlos a casa. Muchas veces, el silencio, el simple hecho de mirarles a la cara, de mirarles a los ojos, es más comunicativo que cualquier discurso o charla.

   En cuanto a los objetivos, debemos ser realistas, pedirles cosas que realmente se puedan conseguir. Es algo muy similar a cuando en otro artículo hablábamos de los objetivos que marcamos para nuestro equipo. Hay que ser realistas, ambiciosos y exigentes pero sin pasarse, ya que si las cosas no salen bien, podemos crearles frustración desmotivación y pérdida de confianza en ellos mismos y en el entrenador.

   Debemos ser constantes, todos los días exigirles, no sólo cuando se acerca un partido importante. El hombre es un animal de costumbres. Si los jugadores están acostumbrados a entrenar a un ritmo alto, todo será mucho más fácil. Es en los entrenamientos donde la mayoría de los jugadores dan su mejor versión y es dónde realmente el entrenador puede intervenir, porque puede parar el ejercicio, corregir... En un partido, el trabajo debe estar hecho y soy de los que creo que el partido es más de los jugadores que del entrenador.

   Siempre debemos pedirles un poco más. Normalmente, un jugador tendrá altibajos durante la temporada. Por lo tanto, si les pedimos un porcentaje alto de rendimiento como norma habitual, cuando este baje, no será un desastre total. Por ejemplo, si les pedimos el 120 % en los entrenamientos, normalmente su rendimiento bajará un 20 o un 30% en el partido, por diferentes motivos (los nervios, la tensión, los rivales, etc) y siempre salvo honrosas excepciones, pero el jugador seguirá dando un alto rendimiento. Si nuestro grado de exigencia es escaso en los entrenamientos y encima este baja en los partidos, ya todos conocemos e intuimos el resultado. Además, de esta forma, les inculcaremos ambición, competitividad, inconformismo con la situación y ganas de mejorar y progresar.

   Pero cuidado, pedir siempre cosas realistas, alcanzables, que cueste conseguir y llegar a ellas, pero que sean posibles mediante el trabajo y el esfuerzo del día a día. Una de las peores cosas que he visto en un equipo es cuando el equipo demanda algo mas (que puede ser esfuerzo, variedad en los ejercicios, táctica...) al entrenador y este no es capaz de dársela, bien sea por pereza o vagancia o por falta de aptitudes.

    Tenemos que tener muy claro que una cosa es que los jugadores tengan confianza en su entrenador y un buen trato, y otra muy distinta es que el entrenador sea "colega" o amigo de sus jugadores. Normalmente, la amistad demasiado cercana entre jugadores y entrenadores acaba empobreciendo la autoridad de estos últimos. Los tiempos van cambiando. Hace muchos años estaba de moda y parecía ser el único modelo posible, aquel entrenador que usaba el látigo, el "aquí mando yo y se hace lo que yo diga y punto". Hoy en día se está llevando al extremo contrario: los entrenadores empatizan demasiado con sus jugadores, la relación es más cercana y luego, es más difícil exigir a un amigo.

   Creemos que el punto intermedio es el ideal: a veces debemos ser como un jefe autoritario y otras, ser más comprensivo. Un amigo mío me suele decir una frase que consideró muy acertada y que resume todo esto:
" El entrenador debe tener autoridad pero no ser autoritario".

   Y aquí, la comunicación, la forma de expresarse, el cuándo y cómo nos comunicamos con los jugadores cobran gran importancia.


VIVA EL BALONCESTO !!!

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