<H1>BALONCESTO. NO ES SÓLO UN JUEGO </H1>

BALONCESTO. NO ES SÓLO UN JUEGO

   Cuando era pequeño me gustaba mucho hacer deporte. Practicaba muchos y muy variados. Me encantaba el fútbol y la verdad es que lo hacía bastante bien; pero un día el portero de mi equipo se lesionó y como yo era el más grande, el entrenador me dijo que me pusiera de portero. No recuerdo cómo acabo aquel partido ni el resto de la temporada, pero si recuerdo que todo cambió tras aquel día: me di cuenta de que me gustaba más tener un balón entre las manos que en los pies.

   Al año siguiente empecé a jugar en el equipo del colegio. Era duro: el entrenador era bastante exigente con el tema físico y entrenábamos siempre en un patio descubierto al aire libre. Recuerdo que el muy "cabrito" nos hacía dar 20 vueltas al patio de los mayores. Pffffff.... todavía recuerdo aquellas vueltas que no se acababan nunca... y otra... y otra... Y aquel frío y aquella lluvia que se te metía en los huesos y te dejaba helado durante horas.

   ¿Cómo era yo? Pues muy normalito, más bien tirando a malo. No sabía botar muy bien (nadie me había enseñado) y tarde como 2 años en meter mi primera canasta en un partido. Pero, ¿sabéis que? Disfrutaba como un enano. Y no era el único que lo hacía. Jugaba poquito, a veces nada. El entrenador no sabía mucho y perdíamos todos los días de paliza, pero paliza paliza. En 4 años creo que no ganamos más que un partido.

   Eso si: no había un sólo fin de semana en el que no llegará a casa con las rodillas peladas, las manos con heridas, reventado por el esfuerzo y los nervios y con 60 o 70 puntos de desventaja en la mochila. Cambiaron al entrenador pero la cosa no cambió mucho. Nuestros padres y amigos nos decían que lo dejáramos, que aquello no era lo nuestro y que eso de madrugar a las 8 de la mañana un sábado para ser humillados era de idiotas o de locos.

   Pero no nos importaba porque disfrutábamos con lo que hacíamos.

   Disfrutábamos cada día de entrenamiento porque durante un rato nos olvidábamos de todos nuestros problemas (problemas de niño pequeño de los que ahora me río cuando surge un problema de verdad en la vida).

   Disfrutábamos cada día porque sabíamos que cada canasta anotada nos había costado sangre, sudor y lágrimas.

   Disfrutábamos cada día porque sólo nosotros sabíamos lo que nos costaba dar tres pases seguidos sin que nos robaran el balón.

    Disfrutábamos cada día porque sólo llegar al campo contrario se convertía a veces en una auténtica proeza y lo celebrábamos como una canasta decisiva.

   Disfrutábamos en cada partido porque era una oportunidad más de disfrutar con los amigos, de hacer cosas juntos.

   Disfrutábamos porque pertenecíamos a algo especial, a un equipo, a un club o clan privado al que nada ni nadie podían entrar: ni problemas, ni padres, ni exámenes...
 
   Disfrutábamos porque aquello era nuestro y de nadie más y porque sabíamos que de una forma extraña todos éramos imprescindibles en aquel equipo, aunque no aportáramos gran cosa: algunos, de vez en cuando, anotaban; otros cogían rebotes; otros defendían mejor... yo no destacaba en nada así que tenía que echarle... pues eso.

   Para mi eso es un equipo. Eso es el baloncesto. Supongo que pasará algo parecido con otros deportes de equipo como el fútbol o el balonmano, pero a mí lo que me gustaba y todavía me enamora es esto y no lo cambio por nada en el mundo.

   No intentéis entenderlo, hay que sentirlo y si no lo sientes así es mejor que te quedes en la grada. 


VIVA EL BALONCESTO !!!

I LOVE THIS GAME !